Me deformo
Yazgo, deforme
en duras sombras
con tierra,
con asombro,
y vuelvo a verme
las manos de la edad,
atadas a venas cercanas
desesperadas, atrapadas,
en la mecánica de los huesos
con los que deambulo
en las simetrías,
en los trozos horizontales
con las hierbas,
y mis líquidos desvarían
con afán cimarrón,
por la boca, los oídos,
y las ganas de llorar
de reojo, se diluyen incandescentes,
de espalda a la locura,
a la galaxia gutural
de no saber lo que hay dentro
de este cuerpo con sus hipos,
órganos hinchados,
depilados para escapar al espejo,
los cabellos uniéndose,
amarándose a los pies
y el sexo escondido,
escindido
en un acertijo elegante,
bañado, perfumado,
con el dolor de las costillas
que encubren la bilis,
la rutina del ojo
calculando las formas
como única manera
de defenderme de lo real.
Me dejo estar con mi piel
y me deformo.
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